28 abril 2004

Portugal, treinta años de claveles


Cuando llegué a Lisboa ya estaban los claveles en las bocas de los fusiles. «Avril em Portugal»... decía la vieja canción. Una florista de la plaza del Rossio se había encargado de poetizar de esta manera el golpe de Estado de Otelo Saraiva de Carvalho y sus compañeros del MFA contra una dictadura de más de cuarenta años.

Fue, la de los claveles, una revolución incruenta. Un viejo poeta comunista sucumbió a mi lado en el aeropuerto de Portela. Infarto. No pudo recuperarse de la emoción, de ver después de tantos años, a Alvaro Cunhal, secretario general del partido. Fueron días de claveles y exaltación revolucionaria. Al pasar Valencia de Alcántara, ya en el lado portugués de la frontera, me encontré con que el vigilante echaba la siesta. Lo desperté con suavidad y me abrió la barrera con una sonrisa. «Este es el único país del mundo, pensé, en el que un aduanero echa la siesta la tarde de la revolución». La radio transmitía himnos marciales y anunciaba la formación de una Junta de Salvación Militar presidida por el general Antonio de Spinola. Pero no fue él quien urdió el golpe de los jóvenes capitanes. Autor de un libro crítico (Portugal y el futuro) con la deriva de la dictadura (de Salazar a Caetano) y con las guerras de África, en las que el militar del monóculo había tomado parte, fue elegido para dar la cara y serenar a Europa y Estados Unidos.

Cuando preguntamos a Spinola el 26 de abril, quién era el cerebro del pronunciamiento, miró en torno pero no vio a quien buscaba. Era Otelo Saraiva de Carvalho, mozambiqueño, que desde el cuartel de Pontinha movió las unidades, junto a Salgueiro Maia y otros camaradas de armas. Todos ellos estaban hartos de la aventura africana, decidió acabar con el régimen nacido en 1926 con el general Carmona y su ministro de Hacienda, Oliveira Salazar. Nada más llegar a Castrello Branco, al transmitir la primera crónica, me encontré con que en el estanco los clientes parecían más preocupados por rellenar las quinielas españolas que por los acontecimientos de Lisboa. «¿Qué pondría usted en el Atlético de Madrid-Español!» me preguntó un campesino.

En la Academia de Caballería de Santarem, un joven oficial me contó cómo había nacido el golpe. El clarinazo a través de una canción de José Afonso, 'Grandola vila morena', la marcha de los blindados hacia Lisboa, la ocupación de los puntos estratégicos, el ultimátum al presidente Thomas y al primer ministro Caetano... Pusieron en libertad a los presos políticos, cercaron el cuartel de la policía política...Volvieron las libertades civiles y los partidos políticos. Cada portugués era un partido.

Las primeras elecciones se celebraron en 1976 y las ganó el socialista Mario Soares. Se concedió la independencia a las colonias, Guinea Bissau, Cabo Verde, Mozambique, Angola, Timor Oriental. La última, Macao, volvió a China en 1999.En 1986 Portugal entró en la Comunidad Económica Europea. La situación se había serenado después de las turbulencias postrevolucionarias, incluido una especie de intento de golpe de Spinola para frenar a los militares izquierdistas. Todos los fines de semana íbamos a Lisboa para asistir a algún cuartelazo. El general Eanes, luego presidente, puso remedio a las intentonas. Otelo, el héroe secreto el 25 de abril, dio con sus huesos en la cárcel, acusado de conspiración contra el Estado. La revolución, como Saturno, devoraba a sus hijos.

Algunos claveles se han marchitado. La gran nación lusa se ha modernizado en gran parte gracias a los fondos de cohesión europeos. Ya no es, al menos no sólo, la de las tres efes, fútbol, fátima y fado. En Portugal gobierna hoy el centro derecha con Durao Barroso. Una serie de escándalos de corrupción, de pederastia, una lista de calamidades, pavorosos incendios, por ejemplo, han sacudido a Lusitania estos últimos tiempos...

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