02 agosto 2004

El pecado de desconocer las literaturas periféricas

"Cuando hablan de literatura española, doy por sentado que no van a mencionar mi obra". Quien así se lamenta es un autor español, que escribe en una de las cuatro lenguas oficiales españolas y ha sido galardonado con el Premio Nacional de Narrativa: el gallego Suso de Toro. Y eso que él es de los afortunados cuya obra ha sido traducida al castellano y su nombre es conocido en el resto de España. La misma paradoja sufren los autores catalanes y vascos que han elegido como lengua literaria la materna.
Renacidas tras el franquismo e impulsadas por sus respectivas administraciones autonómicas, las literaturas gallega, vasca y catalana disfrutan de una saludable madurez, tras haber superado sus respectivas crisis de crecimiento. De hecho, el sector editorial catalán, el de mayor potencia de los tres, vivió durante los dos últimos años un "boom falso", en palabras del director editorial del Grupo 62, Ernest Folch. "La burbuja se rompió y la producción se ha reducido a la mitad. Ahora se apuesta más por la calidad que por la cantidad", explica.

Algo en lo que no está de acuerdo el escritor Quim Monzó. "Aquí publica todo Dios, hasta el más pringado. El que no lo consigue es un inútil. Cualquiera con unas patillas, perilla o un 'piercing' publica", asegura el autor de 'El porqué de las cosas' (1994), que ya va por la décima edición.

Monzó culpa de la hipertrofia al "síndrome de García Márquez" que a su juicio aqueja a los editores, y no sólo a los catalanes: "Temen meter la pata, como Carlos Barral cuando rechazó el manuscrito de 'Cien años de soledad'. Dicen 'no entiendo este libro, pero igual suena la flauta y...' Así que los editores se han convertido en meros impresores por miedo a equivocarse".

En cambio, en el País Vasco el aumento de producción editorial ha sido necesario y revitalizante. "Como dicen los cocineros, por fin hemos hecho masa", destaca Bernardo Atxaga, premio Nacional de Literatura en 1988. Por primera vez, añade el escritor guipuzcoano, "hay jóvenes rebeldes, veteranos cansados, columnistas... no sólo el escritor vasco perdido en el espacio sideral, aislado, como ocurría antes, cuando no había demanda social suficiente ni el euskera tenía implantación en los espacios públicos".

Algo parecido -se publica todo tipo de géneros y con muy buena calidad- aplica Suso de Toro para la literatura gallega, "que ya existía en la Edad Media, se interrumpió en el siglo XVI y renació en el siglo XIX, sobrevivió en los sesenta y seguirá existiendo si desaparece la autonomía", puntualiza. Para Carlos Lema, director de Ediciones de Galaxia, la histórica editorial de Vigo, el panorama literario gallego está "consolidado", con una producción anual que casi alcanza los 1.500 títulos.

Según cifras oficiales, en catalán se publica el 15% de la producción editorial española, en gallego el 2,3% y en euskera, el 2,2%. Buena parte de esas tiradas ve la luz gracias a las generosas subvenciones de la Xunta a la edición en gallego: compra cierto número de ejemplares "de los géneros comercialmente más difíciles", precisa Lema, para distribuirlos en bibliotecas y colegios; concede ayudas a determinados proyectos editoriales e incentiva la traducción al gallego de obras escritas en otras lenguas.

Pero el flujo de dinero público también tiene sus efectos perversos. "Ser literatura subvencionada confunde más que aclara", señala el director literario de la editorial vasca Erein, Ignacio Aldekoa. Porque, entre otras razones, el Gobierno de Vitoria compra los libros a mitad de precio: "No es una ganga... Sirve para dar un respiro al mundo editorial, pero nada más".

Con él coincide Ernest Folch cuando recalca que las subvenciones de la Generalitat no representan más que el 3% de la facturación de su grupo editorial, el principal de los que publican en catalán. Además, "las culturas protegidas pierden competitividad en el mercado, en términos sociales -porque pierden vigor- y estéticos -pierden el nivel de autoexigencia", critica De Toro.

Bernardo Atxaga, por el contrario, derriba el mito de las subvenciones. "¿Por qué no subvencionar la edición cuando Telefónica probablemente también cobra ayudas o el cine español recibe miles de millones de pesetas?", se pregunta el autor de 'Obabakoak'.

Lo que tanto editores como escritores resaltan es la existencia de "un mercado claro", de un lector que demanda literatura en su lengua. Sólo en el País Vasco, la comunidad histórica donde la implantación de su lengua es menor, las estadísticas cifran en 700.000 las personas que hablan y entienden el euskera. Allí, las tiradas no superan por lo general los 1.500 ejemplares, pero pueden alcanzar el doble si se trata de autores 'estrella'. En el otro extremo se encuentra Cataluña, donde, para envidia de vascos y gallegos, se han puesto en el mercado hasta 100.000 ejemplares de las traducciones al catalán de 'El código Da Vinci' y la última entrega de 'Harry Potter'.

Literaturas pujantes, pues, que sin embargo, son grandes desconocidas. Tan próximas, físicamente y por tradición, pero tan exóticas para el lector castellano. Ernest Folch cree que existe una "barrera, quizá sólo psicológica y de la que nadie habla, como cuando el emperador iba desnudo, que frena la traducción al castellano" de autores 'periféricos'. Pero niega que se trate de una cuestión política, sino más bien de un problema de simple "pereza".Quim Monzó también culpa a la pereza, pero a la de los periodistas culturales. "¿Dónde se ha visto uno que, además, lea los libros que reseña?".

En Galicia el problema estriba en que, a diferencia de Cataluña, como revela Suso de Toro, la literatura propia "está poco considerada socialmente, no cuenta con el apoyo de los medios de comunicación y los escritores son poco reseñados". A su juicio, la razón es política. "Galicia tiene conciencia de ser pero no voluntad de ser, ni cultura cívica". La actitud crítica de De Toro y de la mayoría de los autores gallegos -"Casi ninguno simpatizamos con Fraga"- ha sido siempre muy clara y se ha agudizado desde que muchos de ellos ocuparon la primera línea de fuego de Nunca Máis tras la catástrofe del 'Prestige'. El compostelano asegura que está vetado en dos periódicos gallegos y que otros escritores han perdido sus columnas o espacios radiofónicos tras significarse frente al Gobierno del PP.

En el País Vasco el conflicto político adquiere otros tintes. "Aquí las posiciones políticas siempre son muy firmes", explica Atxaga, quien asegura que allí la promoción de los escritores "es más rápida, excesiva, casi ditirámbica". Porque en este caso el tamaño sí importa. "Es un problema de escala", continúa, "en Euskadi sólo hay periódico en euskera, que leen todos aquellos de entre 18 y 35 años que dominan la lengua vasca. Así que un escritor sabe que si le publican allí un artículo, va a vender de 500 a 1.000 ejemplares inmediatamente. Y no digamos si utiliza las cajas de resonancia correspondientes, si es 'abertzale' o todo lo contrario". Atxaga no se llama a engaño: "Bueno, yo mismo. Cantaron mis poemas dos cantautores de aquí y con 24 años me convertí en el poeta más conocido del País Vasco".

El problema es, después, saltar la barrera al mercado nacional. "El español es monolingüe y para él los demás no existimos. Si ves las televisiones, parece que España es sólo Castilla y Andalucía. Esto no ocurre en Alemania, Suiza o el Reino Unido", se queja Suso de Toro. En opinión de Carlos Lema, se trata de un problema de "filtros" y de "jerarquías": está más considerada la cultura de EEUU, por ejemplo, que la portuguesa, se traduce mucho más del inglés o del francés que del gallego, el catalán o el euskera. A los catalanes les resulta menos complicado verter sus obras al francés que al castellano.

Se diría que el lector castellano se ha conformado con conocer la obra de apenas un puñado de autores 'periféricos', en el mejor de los casos, y los editores no se atreven a ir más allá: De Toro y Manuel Rivas en gallego, Atxaga y Unai Elorriaga en euskera, Quim Monzó en catalán. "Bueno, siempre hay un cantante punk oficial, una aflamencado rompetendencias oficial, etcétera, y no busques un segundo", protesta el autor de 'The Navidades'. Un fenómeno que preocupa a Suso de Toro, sobre todo porque no acierta a encontrar el motivo: "No sé si falta potencia creadora o si es un problema político o social", conjetura.

En contra de la idea preconcebida de que las literaturas gallega, catalana y vasca viven "encerradas en sí mismas", sus autores demuestran que son tan universales como cualesquiera otra."Escribo como si lo hiciera en inglés; no acepto que la lengua me señale un límite, ni estético ni en el alcance de la obra. No acepto aduanas", confiesa Suso de Toro. Además, de lo más pequeño se puede ir hasta lo global, porque, se rebela Ernest Folch, "todo el mundo escribe hacia dentro, escribe de lo que conoce. Y no les vamos a pedir a los catalanes, gallegos y vascos lo que no pedimos a los franceses o a los surafricanos". Lo cierto es que nombres, y de calidad, los hay.

Quizá habría que descubrir, por ejemplo, a Xurxo Borrazás ('Cabeza de chorlito', 'Eu é'), Xavier Queipo ('O ladrón de esperma'), Santiago Jaureguizar ('Todo a cen'), entre los gallegos; a Ramón Saizarbitoria ('Guárdame bajo tierra'), Anjel Lertxundi ('Un final para Nora') y Jon Arretxe ('Ostiralak') entre los vascos, y a Màrius Serra ('La vida normal') y Toni Sala ('Rodalies') entre los catalanes.

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