Danza de geishas
Una geisha de tocado recogido con prolijas
elegancias, templa y templa sonriendo el oriental
chamicén de largo cuello, piel de gato y tres clavijas,
que batido con el plectro lanzas de metal.
Y otra geisha de quimono recamado de linternas,
y obi excelso, que reluce cual magnífico tisú,
borda un baile de posturas, ora crueles, ora tiernas,
que en gentil escorzo doblan su cintura de bambú.
Mientras la una geisha baila, la otra geisha tañe y canta
y suave como el zumbo de um insecto es la canción
que monótona desliza del panal de su garganta,
evocando los idilios y los triunfos del Japón.
Los altivos samurayes y los daimios arrogantes
otro tiempo las oyeron apurando verde té,
y admiraron sus vestidos y sus cintas coruscantes
a través de las doradas transparencias del saké.
Efrén Rebolledo (1597-1676)
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